La baldosa me sostenía en el piso del baño, sus paredes me abrazaban como una celda. Refugiada ahí, en medio de la oscuridad y la agonía de una empresa que se extinguía. Sin fuerza, sin confianza. Lloraba como una pequeña criatura perdida. Una criatura que ha perdido su mundo. Entonces, recordé un sueño: era una chispa de luz dorada. Y me aferré a ese sueño. Sentí que esa luz había sido creada para comprender el alma de los humanos en el ámbito laboral y yo, con mi experiencia, me le presentaba como un caso de estudio. Quería que me consolara. Que entrara en el corazón de esta empresaria, que había sido exitosa, pero que ahora se quebraba en su vida entera. A Esa luz, a esa chispa, le dí el nombre de Iskra.
“Algún día lo tendré” me decía. Había luchado durante veinte años en el negocio de la comunicación gráfica. Ahora, mientras me apoyaba en Iskra, sentada en esa baldosa fría de aquel baño, podía escuchar los aplausos del público, en uno de los congresos de espíritu empresarial de la universidad Icesi. “Algún día seré”, me decía. Contaba cómo había emprendido mi empresa 7 años atrás y, que un día como ese, sentada como estudiante, me prometí que “algún día” sería invitada como empresaria para contar mi testimonio. Había guardado fotos desde el inicio porque sabía con certeza que algún día las mostraría. “Algún día lo haré”, me decía. Y así sucedió. Lo logré.
Y sí, crecí, crecí y crecí. Es el mantra de la economía ¿no? Locales cada vez más grandes, más servicios y productos, más personal, más deudas, mayores presupuestos de ventas, más horas de trabajo en fines de semana, noches y madrugadas. ¡Más aplausos! ¡El ejemplo de la joven emprendedora e innovadora! Comprometerme con un cliente en un proyecto que nunca habíamos realizado, uff me llenaba de entusiasmo, pero también de estrés, de preocupación y claro, tuve muchas satisfacciones. Pero Iskra, veía mi mundo interior, como entregaba mi vida en ello, mi familia, mis valores, mi relación con Dios y, por supuesto, acallaba las voces de mi alma, que ya desde hacía mucho, me susurraba un bello llamado que los aplausos ahogaban.
Me miraba al espejo y no me reconocía: el caos de mi mundo interior empezó a transformar mi proyecto, eso que tanto amaba en hastío. No tenía ganas de levantarme y enfrentarme con el mundo. Llegaron las equivocaciones estratégicas. Pensaba, cuando algún colaborador renunciaba, que era muy afortunado. Sentía envidia, “tú te puedes ir, en cambio yo tengo que quedarme a sostener este barco”, les decía. Nunca me miré realmente al espejo. La culpa era de otros, de la empresa, de los proyectos.
Entonces, pensando en un cambio, y nuevos retos, creé otra empresa y entregué la gerencia de la primera. Lo que no sabía era que mi mundo interior iba conmigo, donde me trasladara.
Iskra puede ver una mujer en el rincón de una cueva de piedras queriendo esconderse del mundo, siente que ha defraudado a quienes confiaban en ella, a su socia y a familia. Estaba desconectada conmigo misma, persiguiendo un no sé qué. Había decepcionado a mis colaboradores, jóvenes entusiastas, talentosos, comprometidos, que seguían mis ideas. Algunas locas, creativas, soñadoras y otras malas. Me sentía como una mujer rota. Una mujer que se había defraudado a sí misma. Iskra, veía Los pilares de mi vida interior débiles, me estaba resquebrajando al tener sobre mis hombros un mundo empresarial y personal que ya me pesaba cantidades.
Iskra entró por los laberintos de mi corazón, encontrando partes oscuras, heridas que sangran, nubarrones contenidos de llanto, hasta llegar a un valle con cielos despejados. Una corriente se estaba abriendo paso para salir y disipar mis sombras. Desde el inicio de los tiempos, se seguía cocinando un cambio maravilloso que yo no veía. “El llamado” atrapado de mi alma, sería libre. Sin embargo, no podía sentir la vibración de Iskra de felicidad. No tenía espacio en mi mente convulsionada de preocupaciones, no había silencio. Solo pude atisbar, por un instante, que llegarían tiempos mejores y la certeza que me acompañaría a vivir el verdadero desprendimiento que estaba por llegar.
Abro mis ojos, miro a mi alrededor. Sin saber por qué, estoy llorando. Sé donde estoy, es “Recinto Madrigal”, el lugar que he creado para reconfortar el alma humana. Iskra me ha tomado de la mano y, con la delicadeza de un sueño, me ha llevado hasta un día verde de mi futuro. Las bifloras dibujan un camino sinuoso en el jardín. Es mayo de 2020.
En ese momento comprendo que sentada sobre esas baldosas frías de aquel baño, empezaría mi despertar. El despertar de un sueño equivocado, para empezar a reconstruir el sentido de mi vida.
El viaje que hice con Iskra hacia el futuro tuvo varias paradas. La pérdida de mis empresas que representaban mi identidad. El momento cuando diseñé y lideré un software para la industria automotriz, pese a la quietud y el bloqueo interno de mi existencia, en otras palabras, sintiéndome en la inmunda. Puedo verme estudiando un MBA, preparando clase, y también caminando por el campus cuando empecé a dar clases en la universidad y fue ahí, que me conectarme con la felicidad de mi esencia: enseñar. Sigue el viaje, ahora…. Me veo llorando, doblada en una silla, ante la perspectiva de un matrimonio que se hunde. Y luego, abrazada a mis hijas, conteniendo el dolor, y enfrentando una de las noches más oscura, ante la muerte de quien fuera mi compañero de vida, padre de mis hijas. Hundida en una profunda depresión y oscuridad abrí los ojos un día a las 3 am, y tuve una comprensión: nadie va a ser nada por mi, no lo pueden hacer, soy yo, la única que puedo hacer algo.
Estas pérdidas, me quitaron más velos y entonces, pude ver más claramente, la puerta que conducía a mi mundo interior, para intentar dar pasitos para conectarme con la esencia de mi Yo profundo, y salir corriendo al tener visiones de un llamado para servir a otros desde el alma y para el alma. ¿Yo?, es en serio: ¿Yo? Iskra me muestra además, el conflicto de mi mundo interior, las luchas que he librado desde entonces, en la búsqueda de encontrar la paz de saber Quién Soy, pero sobre todo, en aceptarlo.
Me veo entonces, alrededor de la segunda mitad de vida, cuarenta y tantos años, reinventándome, siguiendo estudiando, formándome, de manera profesional, seria y comprometida, trabajando en mi intensamente, para trabajar en un llamado que no lograba captar su sentido, pero que tenía que ver con la conciencia o la dimensión interior humana. Y a la par trabajando en docencia, coaching, conferencista, creando procesos y productos de transformación humana para individuos, familias y equipos de trabajo. Y en ese camino haciendo renuncias, sin mucha razón, pero con certeza por parte de mi corazón. También mis periodos de quietud, insatisfacción y de nuevo me encuentro luchando por descubrir que rumbo debía seguir mi ámbito laboral, esa sensación que sabes que hay algo más. Pero también la confianza de saber Que todo este camino tiene un propósito superior.
Pero Iskra no se detiene. Continúa caminando conmigo. Desciende aún más. Me muestra la razón de mi encrucijada, ser fiel a mí misma y necesitar tenazmente la aprobación de los demás. Me veo tratando de encajar en el sistema universitario y empresarial, donde está casi que prohibido y desterrado el ámbito transcendental del ser humano.
Me muestra las fuerzas internas y externas con las que he luchado, y que cuando me descuido, aún me atrapan. Que me han convencido por momentos de mi incapacidad. Escucho sombras que repiten: “Eres una falla” “Renuncia a sentir que puedes aportar en la transformación del mundo o alguito de él, dedícate a bordar”. Las sombras insisten: “No eres nadie”, “No eres buena” “No eres tan inteligente”, “No lo puedes hacer”, “No te corresponde, eso es para otros”. Negar, avergonzarme, simular, camuflar son los verbos que han aparecido como barrotes mentales que han querido encarcelar mi alma.
Sintiendo mis pies descalzos sobre la tierra, presiono los dedos de mis pies queriendo enraizarme en el momento presente, respirando mi historia, mi camino, con un amor y gratitud infinita a mis socios, aliados, maestros y llegando hasta aquí. Mayo del 2020, en Recinto Madrigal. Me siento como una flor de loto, que nace desde el pantano de mis conflictos internos.
“¿Qué sigue?” le pregunto a esa luz que ha nacido en mí, intrigada por conocer mi futuro. Iskra me sonríe invitándome a bailar, a celebrar la vida y el momento presente. A soltar la desesperación por encontrar una dirección concreta. Me siento guiada y confiada. Cierro los ojos moviéndome al ritmo de la música. Ya sé, como quiero diseñar programas para el alma humana: con coquetería y seducción a la vida, bondad y libertad. Porque mi alma es así: viva, curiosa, bella, creativa, atrevida y libre. Tengo mucho que aprenderle. Desde ese lugar y con el entusiasmo de una escritora principiante, te quiero contar historias. Y he empezado por la mía, de como el sentido de vida me ha encontrado.
Que bella historia, tal como dijiste en el video introductorio, tu historia es la mía. Gracias poe compartir esa chispa de luz que trae confianza en medio de la incertidumbre.
Diana te admiro, bella mujer que conocí hace varios años en la ciudad de Cali. Gracias por compartir tu historia me encanto escuchar como desnudas tu Alma con sentimiento de mujer amorosa. Te escucho y aparecen tantos recuerdos compartidos, gracias por tu Amisrad.
Muy bueno este espacio que has creado, es como un relax del alma y de sentimiento, gracias por compartir estas experiencias
Felicitaciones Dianita. Genial tu despertar
Diana, buena historia que: TOCa fibras y TOCa reflexionar para continuar el camino con más amor y tesón. Un abrazo.
Espectacular esta historia! la sentí cercana, me conecta, me sentí identificada y me deja grandes reflexiones. Gracias !!!