Diana Madrigal

En una reunión cualquiera

Iskra oscila desde el centro del salón sintiendo la energía contenedora del espacio. Acaricia con la mirada a cada asistente, adentrándose en sus laberintos. Están perdidos. Todos han naufragado y, a la deriva, son arrastrados por el tiempo. Oleada tras oleada, los presentes se enfrascan en sí mismos.  Quien dirige la reunión, la líder, también está inmersa en un diálogo interior, mientras su discurso es otro. Es un soliloquio. Al frente, borrosamente, se perciben unos puntos verdes y rojos que aparecen y desaparecen en la proyección de la pared.   Solo se debe recordar, por parte de los asistentes, mirar al frente y asentir con la cabeza de vez en cuando en señal de comprensión e interés.

—¿Cómo estará mi mamá? —suspira profundo una de las participantes, cerrando sus ojos por un instante, como si estuviera invitando a Iskra a entrar.  Iskra siente su angustia, la presión en su pecho y el enorme esfuerzo que hace para sobreponerse.  Le sorprende el torbellino que hay en su mente. Una mezcla de proyecciones, recuerdos, preocupaciones y anhelos. Hoy la atrapa una maraña de preocupaciones; casa, marido, proveedores, hijos, nómina.

—Dos horas aquí en esta reunión ¡y sin terminar el informe de la junta! —dice para sí, mientras el humo del café que la mantiene atenta, se mezcla lentamente con sus pensamientos—.  Me tendré que quedar dos o tres horas más.  Estoy tan agotada, quisiera desaparecer a veces.

Iskra se posa suavemente por su espalda, palpando bultos de piedra a través de su piel, la tensión se irradia hasta su cuello formando un colapso muscular.

Llega al interior de otro participante que le ha llamado la atención por su ceño siempre fruncido, parece que duerme.  Es uno de los ingenieros de la planta. Lo embriaga la tensión, el enojo y la pesadez.

—Cómo quieren que dé mejores resultados si la máquina se está dañando cada día de por medio —piensa el ingeniero—. He planteado varias ideas de lo que podemos hacer, pero aquí solo se escucha el gerente a sí mismo. No me voy a desgastar —sigue inmerso en sus pensamientos, mientras mira con desdén a su compañera de al lado.  Se escurre en la silla, queda casi sentado en su espalda, echa la cabeza hacia atrás, cierra los ojos por un momento.

—¡Ahhh! Esa pelea de mi esposa para que vaya al médico. Pero, ¡con qué tiempo! —se recrimina—.  Paciencia hermanito, pon tu mejor cara.

Iskra se pregunta, quién es la compañera de al lado. Ésta emana una sensación extraña e incómoda.  Entra en el torrente de sus pensamientos.

—Para qué tanto esfuerzo, tanto compromiso, tantas horas dedicadas a esta empresa.  Mi maestría que con tanto sacrificio hice, me costó mi matrimonio —Iskra siente en ella, nostalgia, dolor, como una punzada aguda en el centro de su ser—. No han valorado mi esfuerzo —dice con una tristeza que rápidamente se convierte en rabia. Iskra, intrigado, desea saber por qué.

—El nuevo supervisor que sabe más de maternidad de gallinas que de este negocio —continúa inmersa en sus pensamientos—. No sabe ni donde está parado ¡Y gana el triple de lo que gano! y le tengo que hacer su trabajo, enseñarle y representarlo a veces.  Ya me convencí de que aquí no hay oportunidades.  ¡Que dizque no tengo las competencias suficientes para haber ocupado su cargo! —Su cuerpo parece ablandarse, coge el celular, abre su aplicación de Linkedin, tiene la esperanza de ver alguna respuesta—. Tengo que buscar otro trabajo.  Una empresa que respalde y no me exija vender lo que no vamos a cumplir.

Interrumpe sus pensamientos para llamarse la atención: participa, di algo, muestra que te interesa el tema y que tu compromiso sigue.

—Sí, yo estoy de acuerdo, —interviene en la reunión— si toooodos ponemos nuestro granito de arena, logramos darles la vuelta a los resultados. Nosotros, en el área comercial, estamos súper comprometidos.

Iskra no entiende de dónde salió ese comentario.

Siente una fuerza que le llama la atención al otro lado de la sala. Una mirada inquisitiva. Es una chica.

—¡Uy es que no la soporto! —piensa mientras echa chispas— ¡Lambona!  Qué pereza esta vieja, se cree que es la que más sabe y solo quiere lucirse ante la nueva jefa.  Qué pereza esta reunión, no veo la hora de irme a arreglar las uñas.  Hoy saldré con mi papito jefecito… Que se acabe, que se acabe, que se acabe —se mira las uñas y luego el reloj. Está para tomar notas y hacer el acta, pero no ha escrito una sola palabra.

De pronto, la voz que era solo un bla, bla, bla se define.

—Y bueno, eso es todo por hoy.  Me voy muy preocupada porque no veo progreso en los indicadores.  Me aterra esta falta de compromiso. Necesito que se pongan la camiseta, que se empoderen, que sean más proactivos.  Gánense el sueldo, que para eso se les paga.  Den gracias que siquiera tienen un trabajo, hay mucha gente en la calle que necesita su puesto. Miren a ver qué hacen, ya tendré que tomar decisiones serias.

Iskra la ve salir de la sala y va tras ella, los hombros caídos, toda la energía que puso en sus advertencias finales agotó sus reservas.

—Menos mal les dije lo último, para aumentar su motivación. —Piensa mientras suspira sin esperanzas— ¡Uf! qué cansancio, salí agotada de esta reunión. Ahora a seguir para el otro mes. Debo diseñar otra estrategia, ¡pero con esta falta de compromiso de la gente!  Buscaré un motivador.  Necesito que cambien de actitud, que mejoren la comunicación, trabajen en equipo, y den resultados. Claro que no tengo presupuesto ni tiempo.  Con una hora será suficiente.

Iskra desea comprender a esta mujer que se supone que es la líder.  Hay confusión en su mente, angustia en su corazón, cansancio en su cuerpo.

Ella llega a su escritorio, abre el correo y encuentra uno de su jefe:  le manifiesta que está muy preocupado por las cifras, si no se recuperan están en peligro su cargo y hasta la misma planta.  Le da un ultimátum de dos meses.  Pone los codos sobre el escritorio y se toma el rostro, desesperada. Está agotada, cansada, se siente sola y odiada por muchos. Otros apenas la aceptan.  No está siendo suficiente su sacrificio ni el de toda su gente.  Iskra siente que el mundo la aplasta, sin embargo, tiene que usar todas sus fuerzas para levantarse, tiene que seguir de pie.

El celular timbra, es su hija.  Escucha gritos desesperados.  Su cuerpo salta, todo su sistema entra en alerta máxima.

—¿Qué pasa? —grita.

—Mamá, ven, ven mamá, ven a la casa…. Mi hermanita se ha caído… mamá, ven rápido, qué hago mamá…  —el teléfono cae de su mano, siente que se ha paralizado el tiempo, la vida, su mente, su corazón… Ya es demasiado…. Demasiado…

Se cierran las puertas de esta empresa cualquiera.  Iskra aún no se recupera de todas las sensaciones y emociones que experimentó, y sólo se quedó  a nivel de pensamiento. Con su luz poderosa se hace una limpieza y cerrando sus ojos se conecta con sus creadoras, La Curiosidad, El Amor y la Sabiduría. Les entrega sus vivencias para comprender mejor el alma de las organizaciones.

11 comentarios en «En una reunión cualquiera»

  1. Una triste historia en donde pesa la energía de una líder que se siente enfrascada, detenida y sin herramientas… Desafortunadamente como tantos que se encuentran y que desconocen el significado de la gran palabra “motivación” y tienen la errada idea que el problema es del equipo sin mirarse a si mismos y sin entender lo que significa ser un verdadero líder “servidor”.

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    • Gracias Angélica, por tu mirada. El equipo que carece de confianza, no se permite ayudarse entre sí, darse feddback para conversar sobre el impacto del comportamiento de algunos. Esto ayudaría mucho a fortalecer el auto conocimiento.

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  2. Me encantan las historias, son ideales para hacer talleres de intervención a equipos organizacionales. El proceso de aprendizaje es distinto y los resultados son interesantes. Gracias por compartir Diana, muy profesional!

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    • Así es Carlos. Las historias son una magnífica herramienta para abrir conversaciones profundas y reflexivas. Una técnica para aumentar la confianza en el equipo. Gracias por tu mirada.

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